Buscando a Los Perdidos
Carl H. Stevens, Jr.
INTRODUCCION
“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10). Este pasaje en particular expresa la misión divina de Jesucristo. El no vino a formar una familia, a pesar de haber nacido en una. No vino para afiliarse a una iglesia local por conveniencia. No vino a escribir libros o canciones. No vino a ganarse la vida. No vino a buscar bienestar social, o a cambiar gobiernos, o a comunicar una filosofía humana. El Señor Jesucristo no vino para hacer su propia voluntad. El tenía una hermosa familia, e indudablemente enseñó acerca de la importancia de la vida familiar en el matrimonio con amor en el hogar. Pero aunque esto es muy importante, fue algo secundario en comparación a ganar a los perdidos. El era un carpintero, pero incluso Su ocupación estaba subordinada a ganar a los perdidos. Visitó sinagogas locales, pero sólo con la intención de poder ganar a los perdidos dentro de ellas. Jesucristo dio al César lo que era del César (Mateo 22:21), pero eso fue algo insignificante comparado con ganar a los perdidos.
BUSCANDO A LOS PERDIDOS
¿Qué les sucede a los cristianos nacidos de nuevo, cuando idolatran lo que les fue enviado únicamente para bendecirlos? Echan raíces y se establecen sin estar afirmados en el corazón del Maestro. Generalmente toman decisiones a la ligera por conveniencia, sin considerar la voluntad de Dios. Pero Jesucristo vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Una y otra vez el Espíritu Santo ha traído este versículo a mi corazón. “El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.” En Juan 1:43, El fue a Felipe y le dijo, “Sígueme.” En Lucas 5:27, El fue a Mateo, publicano y pecador quien cobraba los impuestos en Capernaúm, y le dijo, “Sígueme.” ¿Acaso nos sorprende que haya ido al ciego Bartimeo, quien fue sanado y aceptó a Jesús como su Salvador? ¿Nos sorprende que la prostituta que lo encontró en la casa de Simón fuese perdonada? ¿Nos causa sorpresa que la mujer con el flujo de sangre lo buscara y que fuese sanada? El siempre estaba buscando y salvando a los perdidos.
El corazón de Jesús no iba en busca de la profundidad de nuestro pecado. No le importaba cuanto tiempo o de que manera una persona había pecado. En ningún momento en el Nuevo Testamento se puso énfasis en un principio como ese. La Palabra de Dios dice que El comía con publicanos y con pecadores (Lucas 15:2). La desconcertante verdad es que el Dios encarnado, que no poseía una naturaleza pecaminosa, tenía un sólo propósito en mente. Ese propósito no era tener un hogar cómodo –El no tenía un lugar donde recostar Su cabeza. Su propósito no era satisfacer a su madre terrenal –ella se molestó cuando El desapareció por un día (Lucas 2:47-52). De hecho, cuando algunos dijeron, “Tu madre y tus hermanos están fuera,” El respondió, “Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen” (Lucas 8:21). Jesucristo tenía un propósito ferviente –buscar y salvar a los que se habían perdido. Si dos personas se van a casar, y si piensan disfrutar de esta institución, hallando felicidad y compartiendo agradables momentos entre ellos dentro del plan de Dios, el motivo fundamental de ese matrimonio debe ser ganar más almas que antes de casarse. Si dos personas toman la decisión de tener y criar hijos, esos hijos deben ser educados con el propósito de buscar y salvar lo que está perdido y no tan sólo para disfrutar de una hermosa casa con la familia. Todo lo que hacemos debe hacerse teniendo como propósito en nuestra mente ganar a los perdidos. Cuando nos afiliamos a un ministerio, debemos hacerlo basado en el hecho de que ese ministerio ama a los perdidos. Un ministerio que tiene diferentes alcances y que sirve de una manera simple y humilde por años, sale para ganar a los perdidos. No nos congregamos en esa iglesia debido a los beneficios que nuestra familia puede obtener. Dios es quien provee para la familia. Vamos a esa iglesia porque es la voluntad d Dios que un ministerio ocupe su tiempo y dedique su vida a ganar a los perdidos. No vamos porque la iglesia se encuentra al lado de nuestra casa o porque un amigo habló muy bien de ella. Tampoco asistimos porque es un lugar conveniente para reunirnos a tomar café y tener comunión, un lugar donde podemos servir a Dios de manera superficial.
El cristianismo superficial es practicado en el nombre de la conveniencia para obtener comodidad. Usted se asombraría del precio que hay que pagar para salir del cristianismo superficial. Dios le ha dicho a muchos cristianos que tomen decisiones audaces, pero muchos no lo han hecho porque son cristianos superficiales. No quieren destruir sus estructuras culturales pues puede resultar un poco incómodo después de haberlas tenido por años.
Las enseñanzas del maestro son claras. Cuando el alma se sosiega en la presencia de Dios, y no se apoya en ninguna forma de subjetividad sino que medita en la Palabra de Dios, la claridad de las enseñanzas de Cristo, por medio del Espíritu Santo que revela la Palabra y glorifica al Maestro, se convierten en algo admirable y sagrado.
En Lucas 15, Jesús nos enseña un precepto específico. Si hay 100 ovejas y una se pierde, ¿no dejará el pastor a las noventa y nueve e irá tras la que está perdida? Cuando noventa y nueve están a salvo pero una deja el rebaño, Jesús dice, “Ve en busca de la que está perdida.” Muy a menudo esto ha sido malentendido. Algunas veces personas que profesan conocer a Cristo se integran a una asamblea local pero se convierten en ovejas perdidas dentro de la congregación. Después de un tiempo abandonan la iglesia y tal vez hasta lleguen a involucrarse en inmoralidad. La actitud general de la congregación es permanecer con las noventa y nueve y no ir tras los perdidos. La actitud general es rechazarlos pues son culpables. El buscarlos no significa que somos sentimentales. No hacemos concesiones ni violamos las escrituras. Pero el amor incondicional que se extiende hacia los perdidos no hace concesiones, siempre y cuando no se haga copartícipe de ese pecado.
Un pastor me contó una vez acerca de otro pastor que condujo muchas millas para ir a hablar con él en su oficina. El pastor que lo visitó se había involucrado en inmoralidad, había dejado a su esposa, abandonado su ministerio, y estaba en busca de nuevas aventuras. Mi amigo lo miró a los ojos, y el Espíritu Santo le dijo, “El es un pecador culpable. ¿Lo amas? El es culpable. ¿Todavía te importa? ¿Tienes compasión? En cierto sentido está perdido –alejado de su llamado y de su propósito –pero está aquí, él está aquí.”
Esta era la historia. La primera cosa que perdió fue su mensaje. Después comenzó a discutir con su esposa. Luego, secretamente empezó a cometer pecados que nunca antes había cometido. Esto lo condujo a la inmoralidad y a renunciar a su iglesia. El dijo, “no estoy aquí para pedir ningún favor pues soy culpable, no debí haber sido tan tonto. Recuerdo los mensajes en que dijo que nunca tuviéramos una relación íntima con otra mujer. Recuerdo cómo aconsejaba que no tuviésemos reuniones privadas con el sexo opuesto pues nos llevaría a un intercambio amoroso reservado sólo para las parejas casadas. Mi matrimonio andaba mal, y lo que hice fue lo peor que pude hacer. Debí haber acudido a Dios y a un hombre para ser edificado.” Después dijo, “los versículos dados en mensajes años atrás regresaron a mi mente palabra por palabra. Totalmente pisoteé la fidelidad del Espíritu Santo, quién me convenció de la perversidad de mis caminos pecaminosos.” El dijo, “No he podido dormir ni comer, realmente no sé por qué estoy aquí, salvo que desde que caí en pecado, ni un solo cristiano me ha llamado por teléfono. A pesar de todos los años que pastoreé y edifiqué la iglesia ni un solo cristiano ha venido a visitarme, ni siquiera uno. De todos los “amigos” que tenía, quienes aparentemente me amaban mientras andaba bien con Dios, ninguno me ha extendido la mano y ha llorado conmigo o me ha pedido que cambie de camino. Ninguno.”
Mientras escuchaba la historia, comencé a pensar acerca de las cosas perdidas. En Lucas 15:8, se perdió una moneda debido al descuido de una mujer, más ella encendió una lámpara y buscó por toda la casa hasta que la encontró. La moneda se había perdido por causa del descuido. Debido a la ignorancia se perdió la oveja, pero el pastor dejó a las noventa y nueve, salió a buscarla y la trajo de regreso al redil. El hijo pródigo se perdió por causa de rebeldía. El padre no fue tras él, tan sólo esperaba para amarlo cuando regresara. Nunca lo inculpó con sus pecados, nunca hizo preguntas. El padre le dio el anillo, el vestido, los zapatos, y el becerro gordo. Cuando lo besó en el cuello lo restauró a su posición original. El padre dijo, “Mi hijo estaba perdido pero lo he hallado. Comeremos, nos alegraremos y regocijaremos.” Cuando la moneda perdida fue encontrada, la mujer llamó a sus amigas y vecinas y se regocijaron. Cuando el hijo perdido regresó, el padre llamó a los siervos y se regocijaron. Jesús dijo, “Hay gozo en la presencia de los ángeles por un pecador que se arrepiente.” El precepto es el valor de un alma perdida.
Demasiadas veces los cristianos se conforman con un estilo de vida conveniente, uno que no tiene una visión mundial, uno que no vive por fe. Se conforman con sus vidas en Jesús, no buscan ni salvan lo que está perdido. Me he arrodillado, he orado, he llorado y he dicho, “Señor, el club bíblico buscará y salvará a los que están perdidos. Los materiales que hemos impreso servirán para buscar y salvar a los que están perdidos. Por medio de la televisión buscaremos y salvaremos a los que están perdidos. Por medio de la radio buscaremos y salvaremos a los que están perdidos. Los diferentes ministerios de la iglesia buscarán y salvarán a los perdidos. Las escuelas y colegios cristianos buscarán y salvarán a los perdidos. El instituto bíblico buscará y salvará a los perdidos. Los estudios bíblicos buscarán y salvarán a los perdidos.” También dije, “Señor, no dejes que nos compliquemos. Ayúdanos a permanecer en la voluntad del Padre. Que no busquemos aquellas cosas que nos alejan de la simplicidad de nuestra visión, de nuestro propósito eterno, de la oportunidad que ahora tenemos, de nuestro potencial, del poder del Espíritu Santo que nos guía. Que nunca nos apartemos del propósito por el cual viniste; buscar y salvar lo que se había perdido.”
Los dos pastores se arrodillaron. Quebrantado, uno de ellos dijo, “traté de preservar mi reputación y la perdí totalmente. Traté de preservar mi ministerio, y lo perdí. Traté de conservar mi matrimonio, y se arruinó. Traté de preservar mis emociones y de resistir a cualquiera que las perturbara, pero no lo pude hacer. No puedo dormir en paz, no tengo gozo.” Mientras ellos oraban, lloraron. El estaba perdido en cuanto a su llamado –su sentido y propósito– se refiere. Estaba perdido en su experiencia. Qué gran precio paga la gente al abandonar el camino recto del ministerio fructífero al cual fueron llamados.
¿Cuál es el valor de las almas perdidas? Muchas de las personas de nuestra iglesia hacen viajes misioneros durante el verano. Todo lo concerniente a este ministerio, TODO, al máximo de nuestras habilidades, es para buscar a los perdidos. No buscamos edificios hermosos, ni el favor de las denominaciones, ni popularidad dentro de la comunidad cristiana. Tampoco buscamos la comodidad de una asamblea local en donde tanto hombres como mujeres se llevan bien, una asamblea que durante sus pequeñas reuniones tal vez den $300 al mes para las misiones. No somos así. Nosotros planeamos y oramos. Tenemos una cadena de oración las 24 horas al día, los siete días y noches de la semana. Nuestra imprenta trabaja durante dos turnos. Mucha de nuestra gente ayuda en los clubes bíblicos los sábados por la mañana. Lo único que nos preguntamos es, ¿PODEMOS TENER UN IMPACTO EN LAS ALMAS PERDIDAS? ¿Podemos realmente comunicar por medio del Espíritu Santo que Jesucristo murió, derramó Su sangre, y fue sepultado? ¿Podemos comunicar qe El resucitó, que fue al cielo, y que la salvación es por gracia por medio de la fe, y no de nosotros pues es don de Dios? ¿Podemos hallar al ciego, encontrar a Zaqueo, encontrar a la mujer samaritana?
Jesús creó el mundo, sin embargo continuó siendo muy personal en Su trato con nosotros. Creó a los intelectuales, pero era amoroso y gentil hacia los simples. Jesucristo tenía un propósito –“El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.”– Por lo tanto, la Palabra de Dios lo llama Salvador. El no se sentó en el banco de una iglesia, ni permaneció en Jerusalén durante toda Su vida. No estaba absorto en los problemas emocionales. No se deprimió por sentir lástima de sí mismo. El estaba pensando en otros, se ocupaba de amarlos, hallarlos, y alcanzarlos.
Para algunos de los que están leyendo este librillo, el Señor Jesucristo quiere que asistan al instituto bíblico y que paguen el precio de estar identificados con un humilde nazareno. El quiere que usted pague el precio de estudiar, el precio de la disciplina, el precio de perder su reputación y de no preservar su futuro. Dios quiere que tome una decisión. ¿Cómo puede ser de más ayuda? ¿Haciendo lo que alguien en su familia quiere que haga o entregando su vida en la cruz del calvario, en donde entrará en un andar de fe que lo conducirá a las carreteras y caminos que buscan, salvan y oran por los perdidos? Tenemos sólo un par de años y después será cosa del pasado. Unicamente lo que hacemos en Cristo permanecerá. A medida que caminamos y viajamos, nosotros buscamos y salvamos a los perdidos.
Pero recuerde, cualquier cosa que usted haga debe estar sometida al mando de Jesucristo, a la doctrina categórica, a la cruz diaria. Debe someterse al pastor-maestro al cual está llamado y al organismo espiritual que hace todo lo posible para ganar a los perdidos en Jerusalén, Judea, Samaria, y las partes más remotas del mundo – no solamente para ser popular en algún aspecto dentro de una asamblea local que no va más allá de los parámetros de sus propios deseos. La Palabra de Dios deja en claro que todo en nuestras vidas, sin importar lo que sea, debe tener como meta ganar a los perdidos. Si soy un hombre de negocios, además de ganarme la vida en mi trabajo, debo buscar una manera de cumplir con mi vocación. Mi vocación es ser conformado a la imagen de Cristo. Mi vocación es ser hecho como Jesús por medio de la Palabra y del Espíritu. Mi vocación es ganar a los perdidos.
Lo importante no es el tamaño de la iglesia, sino cuántos perdidos son ganados. Lo importante no es cuán bueno es el pastor, sino cuál es su visión. Lo importante no es la cantidad de personas educadas o refinadas que hay en el ministerio; sino cuán grande es su visión para ganar a los perdidos. ¿Tienen diferentes ministerios para alcanzar a los perdidos? ¿Evangelizan en las calles? ¿Tienen misiones en otros países, programas de radio y televisión, materiales didácticos, y escuelas cristianas? ¿Preparan a las personas y las convierten en discípulos como se nos dice en Mateo 28:20 y Juan 8:31-32? ¿Dan de comer a los pobres? ¿O se preocupan de la cultura sofisticada, del refinamiento, de los diferentes niveles de egoísmo, orgullo, crítica, racionalización, todo esto en el nombre de Jesús?
El apóstol Pedro había perdido su visión. Jesucristo lo visitó cuando se encontraba en su estado de atraso. Jesús le dijo a Pedro, “¿Me amas más que éstos?” (Juan 21:15). Pedro respondió, “Señor, Tú lo sabes todo.” Jesús había usado la palabra griega agapao, que se utiliza para denotar el amor de Dios, pero Pedro respondió con la palabra phileo, que puede significar el tipo de amor correcto, pero no en el caso de Pedro. En su caso significaba el afecto que se siente en una amistad debido al respeto mutuo. El dijo, “Tú sabes que te amo.” Jesús volvió a repetir, “Pedro, ¿me amas?” En esta ocasión omitió “más que éstos.” Pedro le respondió, “Tú lo sabes todo, y Tú sabes que sólo tengo una capacidad para amarte como amigo.” Jesús fijó Su mirada en él y preguntó, “Pedro, ¿me amas cómo a un amigo?” El corazón de Pedro se apesadumbró. El respondió, “Sí, Tú sabes que te amo solamente como amigo.”
Jesús usó la palabra griega agapao dos veces, y después utilizó la misma palabra que Pedro. “Entonces no me amas con Mi amor. No me amas con este tipo de amor, un amor superior y de devoción. No me amas con amor incondicional. Solamente me amas condicionalmente, en una manera amistosa.”
En su enojo, Pedro dijo, “Tú sabes que esa es la única capacidad en la que puedo amarte.” El se enojó porque se vio obligado a examinar su corazón en relación a su propósito con Cristo. El Señor únicamente dijo, “Pedro, pastorea mis ovejas. Alimenta mis ovejas. Usa lo que tienes. Úsalo para pastorear Mis ovejas.”
En 1 Juan 2:12-13, el apóstol Juan dijo, “Les escribo a ustedes, hijitos, porque son hijitos. Les escribo a ustedes, jóvenes, y les escribo a ustedes, padres.” Los hijos tenían que ser alimentados. Los jóvenes recién habían aprendido a alimentarse por si mismos. Y los padres alimentaban a otros. Tres tipos de cristianos. Jesús estaba diciéndole a Pedro, “Pedro, por ahora lo único que puedes hacer es alimentarte un poco a ti mismo, pero empieza a actuar como un padre espiritual y alimenta a otros y pastoréalos.” Después El añadió, “De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías e ibas a donde querías; más cuando ya seas viejo, extenderán tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará donde no quieras. Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme.” (Juan 21:18).
Cuando el Señor Jesucristo dijo, “Cuando eras más joven te ceñías e ibas donde querías” usó un imperfecto activo de acción habitual del verbo griego zonnuo. El tiempo imperfecto es diferente al tiempo aorista. El tiempo imperfecto indica una historia de acción continua en el pasado y nos relata toda la historia. El tiempo aorista por su parte, nos da una evaluación simplificada de la historia. En este caso se usó un tiempo imperfecto. Acción habitual significa que era su costumbre hacer las cosas de esa manera. Jesús dijo, “Pedro, me negaste tres veces, entonces tres veces te pregunté si me amabas, esa es la razón por la cual te sentiste culpable. La historia de tu vida, Pedro, ha sido una en la que tratas de preservar tu vida y tratas de protegerte cada vez que estoy a punto de quebrantarte.” Eso mismo sucede con muchos otros. Están a punto de tomar una decisión que los guiaría a alimentar las ovejas de Dios y que les costaría sus vidas, pero entonces crean excusas para preservar sus vidas.
El pastor de la historia que mencioné previamente, sollozó y dijo, “Como pastor exitoso, continué protegiendo cosas en mi vida. Mi esposa me empujaba a ir en contra de mi llamado, me animaba a rechazar ayuda. Lo que ella no sabía era que la cosa en la que me estaba alentando nos costaría nuestro matrimonio, pues yo necesitaba el ministerio de aquellos que estaban tratando de ayudarme.”
Pedro siguió dirigiendo su propia vida. Nunca abandonó su costumbre de hacer lo que quería. Por lo tanto, Jesús dijo, “Tú caminas por donde quieres.” Pedro siempre encontró una excusa para hacer lo que le era cómodo. Siguió a Jesús, pero sólo en las áreas en las cuales era cómodo seguirlo. Pero Jesucristo había nacido en Nazaret, no en la ciudad de Nueva York. Sus padres eran pobres, no eran gente muy culta o rica. Jesucristo creció en un barrio pobre, no con el hermoso follaje de un barrio de clase alta. Jesucristo creció rodeado de rechazo, no de aceptación –Y EL ERA EL DIOS ENCARNADO.
“Pedro, voy a decirte algo. Todo lo que conoces acerca del amor es condicional, está basado en la respuesta de otros. Cuando Yo estaba sanando a los enfermos y disfrutando de la popularidad, me seguiste. Pero cuando me hicieron juicio y la multitud me halló culpable –el gobierno romano, los fariseos, los escribas, el sanedrín, los pobres– y todos gritaron, “¡Es culpable de muerte!” (Lucas 22:66) en ese momento me abandonaste porque no era algo conveniente para ti (Mateo 26:56). No era algo cómodo. Había señales de humo; quizás incluso fuego. Tal vez Yo no era quien pretendía ser. Después de todo, tanta gente no se podía equivocar, ¿verdad, Pedro? Tal vez Yo era una farsa. Costaba demasiado identificarse conmigo. Pedro, estabas protegiendo tu propia vida, y no querías pagar el precio de seguir a Cristo.
Nuestro único propósito en esta tierra es seguir a un Jesús sencillo, no uno turbio, no a un Jesús confundido con el materialismo o alguna otra forma de arte. Nuestro propósito no es seguir a un Jesús que está trastornado con la complejidad del prestigio y los símbolos de nivel social. Jesús dijo, “Pedro, has limitado tu servicio a Dios. Tomaste tus propias decisiones y guiaste tus propios pasos. Quiero decirte algo Pedro. Se acerca el día en que Yo guiaré tus pasos, y como un mártir vas a morir por mi. Eso será cuando seas viejo.”
“Mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras” (Juan 21:18).
Aquí encontramos un hermoso precepto. Jesús estaba diciendo, “Pedro, un día vas a poner tu mano en la mía y me dirás, guíame. He fallado, ¿puedo regresar? Fui irracional, fui un farsante la mayor parte del tiempo, más guíame hoy. Solía pensar que iba a ganar el mundo para ti, pero por favor, guíame hoy en Tu voluntad. Solía pensar que nunca fracasaría, pero guíame hoy para que no lo haga.” Pedro iba a permitir que Jesús lo guiara. Esto es algo muy hermoso pues nos muestra que el lugar al cual Pedro nunca iría, a ese lugar lo llevaría Jesús, y Pedro lo seguiría. “Pedro, las decisiones que tomaste para protegerte a ti mismo y a tu familia desaparecerán. Tomarás Mi mano, y Yo te guiaré. Finalmente un día, te llevarán para matarte y dirán: Pedro, vamos a matarte. Y de forma espiritual Yo tendré mi mano sobre la tuya, y me amarás con todo el amor que tienes hacia mi, y será el amor de Dios, por medio del cual amarás al que no has visto (1 Pedro 1:8). Entenderás mi amor, y te aferrarás a mi al entrelazar tu corazón con el mío por medio de la Palabra y el ser lleno del Espíritu Santo. Dirás a los que te van a matar: ¿Podrían por favor colocar mi cabeza hacia abajo y mis pies hacia arriba? Lo quiero de esa manera pues mi maestro murió de la otra forma, y yo no soy digno de morir en la posición que El murió. Pedro, cuando seas viejo, otro te ceñirá, y te llevará a donde no quieras.”
CONCLUSIÓN
¿Cuánto consideramos a los perdidos en nuestras oraciones? ¿Cuánto pensamos y planeamos en cómo ganar a los perdidos? ¿Cuántas de nuestras actividades y horarios están centrados en ganar a los perdidos? ¿Se ha convertido tu ocupación en tu vocación, o es tu vocación llegar a ser como Jesús y ganar a los perdidos?